La propuesta que se ofrece nos presenta una Electra salvaje, una leona herida y desgarrada, ejecutora de una danza descarnada y atávica próxima a ritos tribales. Lejos de los ambientes palaciegos y cortesanos, de los movimientos de cadera insinuante, nuestra Electra se zambulle en el hálito primitivo, en la fuerza bruta.
En contraste se plantea una propuesta musical ávida de la más alta y moderna tecnología, próxima al discurso de la cultura de club y a los sonidos eléctricos, porque buena parte del desarrollo conceptual de nuestra Electra juega con esa familia fonética y gramatical electro-eléctrico-electrónico.
La música colorea ese tribalismo danzario con ritmos y compases contundentes y desquiciados, con ambientes inquietantes y bosques espesos.
La presencia de las tres furias en el canal refuerza el escenario de penumbras, el tinte de sangre en el agua del propio canal y ese sueño de la razón que produce monstruos.